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Opinar por opinar… una mentira que repetida se convierte en verdad

He visto muchos opinadores sobre el tema de la exploración que una empresa extranjera quiere realizar cerca a Caño Cristales. Y todos tienen un común denominador: opinan desde el impulso inmediatista —característico de las Redes Sociales— sin buscar hechos y datos reales, ni corroborar fuentes, ni escuchar la opinión de expertos y, desde luego, dejando como resultado desinformación, aumento de la desconfianza en las instituciones y validando posiciones extremistas carentes de estudios científicos. Los medios de comunicación —cada uno con el afán de “La Chiva” y de cubrir mil noticias al día— aumentan la incertidumbre y alimentan la “indignación colectiva” de las audiencias digitales (que no son mayoría, si estadísticamente sacamos la proporción de personas que opina en redes versus la población total del país).

Parece una conducta normal en un país donde todo parece estar patas arriba, pero preocupa. Vivir en una sociedad que se alimenta de malas noticias no justifica el hecho de que las personas crean lo primero que leen, escuchan, o ven en sus computadores, celulares, y televisores. Y, sí, aunque lo correcto sería pensar que los medios de comunicación —en su deber de informar— son una fuente confiable, la triste verdad es que algunos de ellos se han convertido en productores en masa de noticias que carecen de profundidad dejándose llevar por la vorágine de captar audiencia para incrementar sus arcas. No puedo generalizar, pero basta con una rápida ojeada a la información que comparten algunos medios, comparando sus contenidos, para evidenciar los errores e inexactitudes a los que nos sometemos diariamente. El problema es que algunos lectores incautos no se hacen preguntas y solo enfilan su pulgar para darle el “share” a la noticia y complementarla con la frase de cajón: “Esto solo sucede en Colombia” y así, el efecto dominó se toma las redes, los medios miden el pulso digital y, creyendo en contra el camino de fijación de audiencia, disparan más y más información para ubicar el tema en la órbita mediática nacional. Pero, ¿y las preguntas detrás? ¿el análisis? ¿la documentación? ¿estamos condenados a que todo sea agregación de contenidos? ¿son las redes sociales una fuente confiable para que los temas de la agenda mediática se fijen?

Pero lo que más llama la atención es la falta de coherencia. Por ejemplo, ayer, La Iniciativa Global [http://www.globalinitiative.net/] publicó un informe titulado El crimen organizado y el oro ilegalmente extraído en América Latina. En él se consigna la forma criminal en la grupos al margen de la ley utilizan la mal llamada “minería ilegal” para financiarse, como sustituto de cultivos ilícitos, dejando una huella destructora en los ecosistemas ambientales y ejerciendo una sistemática violación de los derechos humanos y la vulneración de garantías de los trabajadores de las minas. El documento presenta datos de países como Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, México, Nicaragua, Perú y Venezuela, corroborados con hallazgos y trabajo de campo en Colombia y Venezuela.

Captura de pantalla 2016-04-15 a las 2.46.46 p.m.

El documento se constituye en un importante relato que muestra las consecuencias de la minería ilegal y la ineficiencia del estado para combatirlo, la indiferencia de los grupos de presión/ambientalistas y la cuestionable “vista gorda” de los medios de comunicación que se han dedicado de lleno a oponerse a los proyectos mineros licenciados y legales, y poco hablan de una minería ilegal que en Colombia extrae el 80% del oro nacional. Y yo pregunto: ¿alguien ha opinado algo al respecto? ¿se ve en redes alguien hablando de la minería ilegal y proponiendo soluciones o creando alertas para combatir este flagelo? ¿lo saben? ¿ustedes lo han visto? ¿conocen y han visto esta situación en vivo y en directo? ¿han podido comparar la forma como se desarrolla un proyecto legal versus uno ilegal? ¿alguien dijo algo sobre la situación en Los Farallones denunciada por Los Informantes? ¿alguien propuso algo?

Las Redes Sociales no son buenas ni malas per se. Pero su uso requiere responsabilidad y más aún cuando se comparten señalamientos. Cada quien es libre de aseverar lo que quiera pero, como dijo Daniel Patrick Moynihan, “Cada uno tiene derecho a tener su propia opinión, pero no a sus propios hechos” y es allí donde radica la diferencia.

La responsabilidad de cada usuario digital para no seguir alimentando percepciones distorsionadas de la realidad, es que antes de darle clic o pinchar el irresistible “share/compartir/Rt” a un mensaje, debe documentarse, hablar con personas que sepan del tema, formar un criterio y ahí sí aportar a una conversación/opinión informada.

Juan David Sánchez

Director Ejecutivo Monodual

www.monodual.com

jsanchez@monodual.com

@juanchosky

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