Pasó la consulta popular de Cajamarca con una alta abstención de los votantes y amplio cubrimiento mediático. Desde entonces, ha devenido de manera natural en dos cuestiones: la primera, la ingente cantidad de análisis publicados desde múltiples perspectivas; la segunda, la fiebre de consultas en territorios para evitar megaproyectos en el territorio, sean estos mineros, petroleros, de infraestructura o energía. Más allá de los resultados por el sí o por el no, lo que ha venido quedando claro es que las consultas se dan en un ambiente altamente politizado. Y, en ese escenario de tensión de fuerzas e intereses, se hace necesario analizar el papel de los medios y de los periodistas en unas consultas en donde están en juego proyectos de interés nacional.
Se volvió costumbre que los comunicadores presenten a las ONG ambientales como “salvadores” que enfrentan a “los malos”, las compañías. Incluso, aparece reiteradamente la frase “David contra Goliat”, en alusión a una supuesta desventaja en la lucha por el medioambiente. Y es aquí donde quiero centrar el foco de la conversación, porque quizá los colegas están pasando por alto los siguientes puntos:
- Los periodistas deben ser escépticos de todas las fuentes y no dar voz y ‘paso’ a las organizaciones ambientales solo porque dicen estar del lado de la gente y del medioambiente. ¿Es ese su único interés? ¿Todo es así de simple y sin matices? ¿No le deberíamos dar el beneficio de la duda, como se la damos con relación a los voceros de las compañías?
- Muchas organizaciones ambientales también son multinacionales, con altos presupuesto para logística y marketing. Este es el caso de Greenpeace, cuyos ingresos reportados en el 2015 fueron más de 10 millones de dólares. O de Pax, que reporta entradas en el 2015 por más de 17 millones 800.000 dólares. ¿Es eso una lucha de David contra Goliat?
- Las firmas del sector extractivo están altamente reguladas, especialmente las internacionales. Tienen reglas impuestas por la banca internacional que financia sus proyectos, por los mercados de valores y accionistas, así como por gobiernos nacionales y locales. Las sanciones por ocultar información o cambiarla son fuertes, incluyendo multas y hasta la prisión de los ejecutivos. En cambio, las organizaciones ambientalistas gozan de patente de corso para decir lo que quieran, sin pruebas o acatamiento de regulaciones. De hecho, poseen un incentivo para exagerar, ya que significa mayor publicidad, donaciones y efectividad. Y los medios son generosos en eso a través de grandes titulares con sus frases y extensas entrevistas para dar a conocer su punto de vista.
Estos tres aspectos los menciono no para que los colegas bajen su nivel de rigurosidad con las empresas y las pongan en un pedestal, sino para que apliquen el mismo nivel de seriedad y cuestionamiento a las organizaciones activistas ambientales, para el tratamiento de la información.
En las noticias hay múltiples historias, pero también información que, en el caso de un megaproyecto, está constituida por datos técnicos. Por un reclamo ambiental no podemos convertir la arenga y la anécdota en información técnica, porque esa no es su naturaleza.
La mayoría de las historias tienen al menos dos lados, nos recuerda la Red Ética de Periodismo, y por eso las historias deben ser equilibradas y presentadas con contexto. Solo así tendremos los periodistas naturalmente escépticos que tanto necesitamos.
Jhan Rivera
Director de Monodual
Sacado de: portafolio.co