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Momento para invertir en conversaciones

Vía: Portafolio
Ante la actual situación que viven las compañías del sector minero y petrolero con la caída de los precios en el mercado internacional, se abre una ventana importante para replantear las relaciones entre empresas y comunidades, cambiando aquello que no funcionó en materia social con la bonanza de la exploración minera y la extracción de hidrocarburos.

El sector extractivo, en tiempos de abundancia, creó relaciones con comunidades basadas en transacciones, en paternalismo y filantropía; en las que hubo de todo, menos conversación, iniciativas sostenibles y cumplimiento de acuerdos entre los diversos actores. Lejos estamos de que a día de hoy, con unos precios de materia prima bajos, las empresas y comunidades vean los efectos de las relaciones basadas en la confianza.

Según cifras del Cinep, en el 2013 se registraron 1.027 protestas en Colombia –el mayor número desde 1975–, y el 18 por ciento de estas manifestaciones estuvieron ligadas al sector extractivo (minería e hidrocarburos), algo muy llamativo, pues justo en ese año teníamos barril de petróleo por encima de los 100 dólares y unas empresas ‘esquizofrénicas’, con amplios presupuestos, que se olvidaron de conversar, observar el entorno para interactuar, y, con tal de producir, se dedicaron a transar comunidades para poder operar.

A este modelo contribuyó también el estamento estatal. Con una ingenuidad rayana en la estupidez, como diría José Segovia, en la cual las autoridades nacionales quisieron comprar políticamente a las comunidades con ‘inversión social’, consistente en normas exóticas como las que el 100 por ciento de la mano de obra no calificada tenía que provenir del área de influencia de los proyectos petroleros, que debía haber 1 por ciento de inversión social sobre la inversión total del proyecto minero o petrolero. Como resultado, las comunidades y autoridades locales comenzaron a exigir obras monumentales e innecesarias, que en la actualidad son grandes elefantes blancos.

En comunidades olvidadas por el Estado, cuando llega una firma minera o petrolera es vista como la caja menor que solucionará todos los problemas de atraso, y el pasivo social que el país tiene con ellas. Además, hay que añadir que las inversiones para explorar son cuantiosas y altamente visibles en cuanto equipos e infraestructura, por lo que las personas asumen que este tipo de empresas tienen un flujo de efectivo inagotable de propietarios ricos que vienen a llevarse la riqueza del suelo.

Hoy, con presupuestos ajustados, es buen momento para que las compañías del sector le den un giro a estas relaciones y por encima de todo esté la conversación sobre la negociación. El objetivo, ahora, no debe ser cómo la empresa se va a ‘ganar’ a la comunidad para adelantar sus proyectos, sino orientarse a cómo hacer presencia construyendo vínculos de corresponsabilidad ante los cambios y posibilidades que la industria extractiva puede generar en el territorio. Así, se integran a las conversaciones de las comunidades, siendo un actor más y no el principal.

Ese es el camino para las empresas en estos tiempos de escasez y aterrizaje. Como dice la metáfora, ‘cuando el mar se agita, las grandes olas sirven para impulsar las naves o para hundirlas’. El secreto está en conocer el mar, detectar las señales y mirar las grandes olas, para saber cómo navegar entre ellas y llegar a buen puerto.

Jhan Rivera
Director de Monodual
Jhan@monodual.com

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